Investigadores portugueses trabajando en las islas de Cabo Verde, confirmaron finalmente que fue el hundimiento de una de las laderas del volcán Fogo, lo que produjo una ola de 250 metros de altura, hace 73.000 años, que arrasó con toda forma de vida terrestre incluso a miles de quilómetros a la redonda.
La ola más grande que haya existido jamás acabó en un instante con la isla de Santiago, una de las que forma el archipiélago de Cabo Verde, ubicada a unos 50 kilómetros del volcán que se derrumbó parcialmente.
Los científicos trabajaron sobre las rocas de hasta 750 toneladas, halladas en la isla, cuya composición es absolutamente distinta del basamento sobre el que están asentadas. Las piedras están más de medio quilómetro tierra adentro y hasta 200 metros por encima de nivel del mar: no hay razón que justifique tal movimiento… a menos que una ola gigantesca las llevara hasta allí.
Los estudiosos calcularon la relación entre las moles de piedra y la fuerza necesaria para moverlas adónde aún hoy se encuentra, y concluyeron que solamente una ola que tuviera 250 metros de altura y un volumen proporcional era capaz de esa colosal demostración. Y para que ello ocurriera era necesario un cataclismo vinculante, como bien pudo haber sido la caída intempestiva de una ladera de volcán Fogo, que cayó en su propio cráter hace unos 73.000 años, según publica el equipo investigador en Science Advances de este último viernes.
Lo peor siempre puede estar por venir
El equipo investigador dirigido por el portugués Ricardo Ramalho, concluyó además en un escenario nada tranquilizador: es que el volcán Fogo, de 2.829 metros de altura, es uno de los más grandes y también de los más activos en el mundo. Cada par de décadas entra en erupción, la última vez el año pasado, algo en absoluto inadvertido para los 250.000 habitantes que actualmente tiene la isla de Santiago, arrasada por el megatsunami de hace 73.000 años.
Ramalho, investigador de la Universidad de Columbia, considera que los derrumbes de las laderas de este volcán pueden verificarse de forma extremadamente rápida y con efectos catastróficos, pudiendo desencadenar tsunamis de máxima magnitud. No obstante todo el impredecible como la mayoría de los fenómenos vulcanológicos.
“Hay volcanes en el Atlántico, lo suficientemente altos y activos para hundirse y generar un tsunami. Pero es imposible saber cuál va a ser el próximo y menos aún cuándo: No sabemos si va a pasar mañana o dentro de decenas de miles de años”, puntualizó el científico en declaraciones que publica el diario ABC de España.
Fuente: www.lr21.com.
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