
El 23 de enero de 1897, Elva Zona Heaster de Lewisburg, Virginia Occidental, apareció muerta en las escaleras de su casa donde vivía con su marido. Su cuerpo fue descubierto por un vecino, un niño de unos 11 años que habitualmente ayudaba en las tareas de Elva. Cualquier persona que lea estas líneas puede pensar que esto es algo muy común en muchas partes del mundo, pero este caso sacudió los cimientos del sistema judicial de Estados Unidos… ya que fue el único caso en el que la palabra de un fantasma ayudó a resolver un crimen y condenar a un asesino.